A veces me preguntan, ¿de dónde saco las ideas para escribir?
Me inspiró en ideas cotidianas, libros, películas, podcast, y sueños.
Os cuento uno, a modo de ejemplo.
Soñé con una playa, el puerto lindaba con ella. Mi marido y yo paseábamos por él, cuando de repente vimos como descargaban armamento de una lancha para portarla a un furgón. Entonces…se percataron de nuestra presencia y tuvimos que saltar al agua, nadamos hasta la orilla, conseguimos tocar tierra firma y en ese instante comenzamos a correr empapados y gritando desgallitadamente,
— ¡¡POLICÍA, POLICÍA!!
Todos nos escuchaban, sin embargo eran civiles, no nos hacían caso alguno. Yo repetía incesantemente a Sergio,
— Corre como si te fuera la vida en ello.
A lo que él respondió,
— Es q nos va la vida.
Me tomó de la mano para ayudarme a correr, la diferencia en las actitudes físicas entre él y yo eran notables. Porque aunque yo tenía un buen entrenamiento de gimnasio, yoga y correr por asfalto, él es corredor de montaña, por lo tanto, su velocidad, reflejos y habilidad no son comparables a las mías. Nos adentramos en un puente similar al de la película de Harry Potter, madera blanca labrada, con techo abovedado, los laterales estaban cerrados pero tenían ventanas decoradas con elegante filigrana de otra época.
Un hombre con uniformidad de Guarda Urbano, época años 1950 con porra en mano se giró para decirnos, — ¿Necesitáis ayuda?
— Se lo agradezco pero usted no es policía.
— ¡Sepa usted señorita que soy muy importante para salvaguardar el tráfico!
Yo continuaba corriendo, parecía que los pulmones se me iban a salir por la boca, y mientras lo hacía, mi marido tiraba de mí. Llegamos al final del puente, vimos una tubería en una fachada y decidimos escalar por la tubería, había una ventana abierta por donde pudimos acceder a un piso, se encontraba una niña rubita de 6 años dibujando con ceras en un folio en blanco, un bonito e infantil dibujo.
— ¿Dónde está tu Mamá? Necesitamos llamar por teléfono.
— Mi Mamá no está, pero sé adónde guarda un arma.
No salía de mi asombro, abrí los ojos como platos, miré a mi marido y le dije,
— Hay q esconder ese arma se puede hacer daño.
La cogimos y así lo hicimos, pero fuera del domicilio. Antes de irnos, me acerqué para dar un beso en la frente a esa pequeña, cerrando la puerta tras de mí.
La puerta daba a un descansillo, donde la luz entraba por una ventana del portal que quedaba a mano izquierda, el cristal era translúcido que no transparente.
En frente, quedaba otra puerta de madera gruesa con un mirador de ojo de buey, labrado. De esos que si te miran desde dentro, sabes perfectamente que te están observando. A ambos lados de la misma, caían hermosos potos verdes colgando de las macetas que flanqueaban la entrada. Se abrió la puerta, durante un instante sentimos un halo de esperanza, que poco nos duró. Salió una anciana de pelo canoso, piel blanca, vestida totalmente de negro, sus manos con guantes de encaje, entre ellas un misal y un rosario, su rostro semicubierto con un pequeño pañuelo negro de encaje. No se molestó en mirarnos lo más mínimo, se afanaba en cerrar la puerta con llave de la que colgaba un llavero de San Cristóbal.
— Señora, ¡abra, por favor! Nos persiguen, necesitamos llamar a la policía.
— Llego tarde a misa y Dios no espera—dijo con tono aireado.
Con rabia le respondí, — ¡¡A Dios rogando y con el mazo dando!!
Corrimos escaleras abajo, eran de forja con pasamanos de madera. Conseguimos salir, por fin, de aquel edificio, aún continuaban persiguiéndonos, pisándonos los talones. No había portal alguno abierto, hasta que, sin esperarlo, topamos con una sala abierta del bajo de un edificio y entramos gritando nuevamente…
— ¡Policía, policía!
Cuál fue nuestra sorpresa, toda la sala estaba repleta de Policías, era un acto de condecoración. Contamos lo sucedido, entre todas aquellas personas había una cara que me resultaba familiar, permanecía distante, observando.
Entonces comencé a respirar agitadamente, me senté para tomar aliento.
— Qué miedo he pasado, nadie me ayudaba, quería pararlos y nadie me protegía. ¡Nos veían y continuaban andando, ignorándonos!
Posó su mano en mi hombro el Comisario principal, a la vez que me miraba a los ojos dijo…
— Estamos siempre aunque no nos veas, y por supuesto que también pasamos miedo.
Dio orden a varios dispositivos para que se dirigieran hacia el puerto, efectuando la orden de búsqueda.
Sonó el despertador para sacarme de esa aventura. Sonreí y pensé…
— De aquí creo un relato