AQUELLA MISTERIOSA NOCHE

Allí estaban, habían quedado para hacer una visita guiada al cementerio de León. Todo había comenzado con una apuesta entre Carlos y Sebas, eran los gallitos del grupo aunque por supuesto era una sana rivalidad. Aquel grupo se había conformado como otros tantos, sin premeditar y a través de pequeñas coincidencias adoctrinadas por el destino, aunque de eso se darían cuenta mucho más tarde. Se conocían desde pequeños, de vista, aunque eso no implica que todos tuvieran la amistad desde tan tierna edad, algunos la habían fraguado mucho más adelante; en el momento actual, o sea en el Instituto. Ese era el caso de Clara, una chica muy vergonzosa pero con muy buenas calificaciones, de mente analítica y matemática, que destacaba sobremanera comparándola con la media, sin embargo apenas hablaba debido a su timidez, la cual la afrontaba encerrándose en su mundo de difíciles cálculos y operaciones, aislándose en su propio universo, hasta que Tomás le pidió ayuda con las Matemáticas.  Él era pésimo en esa materia, sus cualidades eran otras, poseía grandes dotes de observación y se le daba  muy bien relacionarse con sus compañeros de clase; eso sí, solo con las personas que él consideraba adecuadas llegaba a tener amistad. Tenía un encanto especial en sus palabras y en sus gestos hoy en día un poco desfasados. Había recibido una educación paternal muy exigente.

Y a través de Tomás, Clara conoció a Raquel, la había visto habitualmente por el Instituto pero nunca se había atrevido a hablar con ella. Raquel era popular, guapísima, destacaba sobre todo en deporte, y en los trabajos en equipo.

Habían quedado para hacer la visita al cementerio, todo por una apuesta, pero seguro que se divertirían.

—¡No me lo puedo creer!, aún no han llegado, —Tomas estaba verdaderamente enfadado, siempre le tocaba esperar, aunque diera un margen de quince minutos porque los conocía perfectamente y sabía que Carlos y Sebas llegarían tarde seguro.

A lo que Raquel respondió,  —Luego dicen de las mujeres. Estos dos se llevan el premio a la impuntualidad.

Clara sonrió tímidamente.

Tomas miró el móvil, no podía ponerse a mirar las redes sociales, no le parecía bien aunque sabía que a ellas no les importaría en caso de que lo hiciese, sobre todo a Raquel. Él sabía perfectamente que el día de mañana, la profesión de ella estaría relacionada seguro con las Redes, influencer, o algo similar.

Raquel sacó el móvil del bolso para escribir un WhatsApp en el grupo que tenían creado.

—¿Dónde estáis? Estamos aquí ya, Clara, Tomas y yo. (Emoticono de  reloj y de enfado).

Arriba ponía escribiendo….

Tomás comentó —¿Qué, te responden?

—Sí, está escribiendo Sebas —aclaró Raquel.

Clara miró su móvil para leer lo que ponían.

Sebas escribiendo….

—Lo siento, ha habido un problema con el turno de trabajo de la madre de Carlos pero creo que podrá venir igualmente.

Carlos era huérfano por parte de Padre, se creía con la obligación moral de cuidar de su Madre y se preocupaba mucho cuando la veía mal. Sabía que no podía hacer nada más que ayudarla moralmente pero no entendía porque los demás podían llevar una vida totalmente normal y él siempre pendiente de todo además de intentar no defraudar en ningún momento a su Madre, no era justo que aquel maldito cáncer se llevará a su padre cuando él tan sólo contaba con doce años. No había podido casi disfrutar de su compañía. 

Por un momento todos entendieron la situación y se calmaron.

Carlos escribiendo….

—Ya vamos, perdón.

Tomas leyó muy atento el corto mensaje y lo analizó, pensó que estaría bastante preocupado y sensible, aunque por supuesto jamás lo reconocería.

Tardaron veinticinco minutos más de la hora acordada, pero tan solo tres desde que enviaron el mensaje. Después de los saludos pertinentes de; chocar las manos y golpearse los hombros entre ellos, y besar a las chicas en las mejillas, partieron al punto de encuentro de donde salía la excursión al cementerio.

La tarde no acompañaba demasiado, cada vez el cielo se ennegrecía más, anunciando tormenta en breve. Eso a Raquel que aparentaba seguridad, no le agradaba lo más mínimo, aunque lo disimulaba muy bien. Había aprendido a enmascarar algunos de sus sentimientos tras su bonita sonrisa.

Se encontraban en la puerta preparados para entrar, escuchando las indicaciones de la que iba a ser la guía. 

—El camino está marcado por las velas que les indican por donde deben ir, no pueden salir de ese camino por respeto y seguridad. Espero que disfruten de la visita —exclamó con tono solemne.

Comenzó contando un poco la historia del cementerio, también les indicó que había dos recreaciones teatralizadas, y que las tumbas estarían iluminadas en cada recreación.

Raquel cada vez sentía un poco más de miedo, lo cierto es que, estaba muy bien puesto en escena. El camino estaba iluminado a ambos lados por velas, también daban una a cada una de las personas que iban a la excursión.

Clara, sin embargo, tenía una mente mucho más analítica y pensaba en la geometría de algunas tumbas.

 Mientras que, a Carlos le venían historias y cuentos de terror a la cabeza, a la vez que sentía una gran tristeza, se acordaba de su padre aunque no estuviera enterrado en aquel campo santo; pero conseguía disimularlo con la ayuda de su amigo Sebas.

Sebas, era un chico que no le faltaba de nada excepto la compañía de sus padres, y anhelaba el tipo de relación que tenía Carlos con su madre todavía guarda el  recuerdo de cuando su amigo llegó corriendo a su puerta mientras sollozaba, tan sólo consiguió articular un —mi padre, mi padre—. Entonces Sebas comprendió con tan solo esas palabras lo que había acontecido, la señora de la guadaña había engrosado la lista con el padre de su amigo, lo abrazó fuertemente, jamás lo dejaría sólo, estaba totalmente desconsolado, siempre podría contar con él.

Así es que, Sebas decidió bromear con el miedo que  algunas personas sentían allí, estaba metiendo la pata sin saberlo porque verdaderamente Raquel estaba atemorizada. Pese a que, aún no sabían ninguno de ellos, qué tipo de aventura fantasmagórica  iban a vivir.

Clara cogió la mano de la que ahora era su amiga Raquel, estaba helada y temblorosa. Tomas les echó las manos por encima de los hombros a ambas. Aquí están los valientes Carlos y Sebas por si pasa algo.

—¿Y qué hay de ti Tomás? —preguntó Carlos.

—No, os dejo esos menesteres a vosotros.

Raquel se relajó un poco, y todos se rieron.

La guía los miró de mala manera, estaban haciendo demasiado ruido.

Clara sentenció con un hilo de voz —creo que deberíamos hacer menos ruido.

Les habían dado velas a todos para hacer que todo aquella puesta en escena fuera más vivida. Llegaron a la primera tumba, la cual estaba iluminada. Pertenecía a Pedro Arbós fallecido el 02 de Octubre de 1896 con 20 años de edad, había sido construida por su propio padre Fernando Arbos (el mismo que había construido también la Casa encendida de Madrid o el Cementerio de la Almudena), se había empleado mármoles blancos, bronces de la fábrica de San Juan de Alcaraz, mosaicos de Venecia y azulejos sevillanos y coronado con un ángel dorado). La luz que salía de dentro era de un color intenso, quizás para destacar el brillo del mármol y de cada pieza allí expuesta. Estaba elaborada con verdadero gusto y elegancia.

Se encontraban  los cinco reunidos, tenían que dar comienzo a la apuesta pero no sabían cómo hacerlo, puesto que consistía  en que durante el rato que durara la visita, Carlos y Sebas, deberían de separarse del grupo y cada uno de ellos debían permanecer solos hasta justo antes de salir del Cementerio. Observaron que todos estaban pendientes de la explicación, el guarda de seguridad y la guía estaban distraídos, entonces Clara, Raquel y Tomás se pusieron de parapeto para que la huida de Sebas y Carlos fuera mucho más disimulada. Ambos se podían meter en un problema pero… Carlos estaba aún si cabe más preocupado porque su madre estaba de servicio trabajando en el coche patrulla, la habían cambiado el turno, no contaba con eso no obstante con lo que sí que contaba era que sí por casualidad lo pillaban, su madre se iba a enterar igualmente. No quería ocasionar problemas pero a veces se sentía atado a toda aquella situación, anclado al suelo. Aun queriéndola de tal manera que ella jamás podría imaginar hasta qué grado., decidió que merecía la pena el riesgo.

Ambos se escabulleron, saliendo del camino establecido, cada uno de ellos tendría que pasar un rato a solas antes de reincorporarse al grupo. 

Carlos se dirigió corriendo hacia una parte más oscura y poco transitada. Tenía la espalda apoyada, sin darse cuenta, en la lápida de la pared, estaba fría y húmeda. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Todos los recuerdos evocaron de nuevo, su madre llorando desconsoladamente, su tío Luis, que aunque no era tío de sangre, sentía el mismo o inclusive más afecto que si lo fuera. Siempre estuvo ahí con su madre, supliendo los turnos que ella trabajaba para cuidar de nosotros pero sobre todo de su Padre mientras permaneció enfermo. Recordaba como Luis lo miraba y con todo el amor que podía transmitirle en aquel nefasto momento mientras lo abrazaba pronunció las tan temidas palabras pero Carlos se negaba a escuchar aquella frase tan significativa  —tu padre ha muerto—, salió corriendo a casa de su amigo, sabía que él lo consolaría, Sebas siempre estaba rodeado únicamente por el personal de servicio, sus padres nunca estaban. Las lágrimas surcaban su mejilla, únicamente se permitió el lujo de llorar aquel día. No podía permitiste ser débil o sensible; aunque su madre insistía una y otra vez que no tenía nada de malo llorar. Vio a su padre pelear hasta el último día de su aliento y él haría lo mismo. 

Carlos volvió a la realidad, se secó las lágrimas y miró el móvil para mandarle un WhatsApp a Sebas, eso   estaba permitido en esa absurda apuesta.

Sebas se quedó agazapado donde pudo, olía a humo. Por un momento pensó en el crematorio, pero no podía ser, eso tenía que estar bien acondicionado. Seguro que procedía de alguna chimenea. Siempre se sentía solo, tenía un gran secreto que revelar, aquellos sentimientos que lo atemorizaban y que no sabía cómo mostrar, se sentía atraído por otros chicos; y si, le gustaba su cuerpo pero también otros chicos. Sentía verdadero pánico a la reacción de sus padres procedentes de  la alta alcurnia y con una educación muy cerrada. Aun así, tampoco sabía qué momento era el adecuado para decírselo, ya que siempre estaban fuera trabajando o con relaciones sociales.

Comenzaron a sudarle las manos y casi no podía respirar, todo le daba vueltas. No era el mejor momento para que le diera un ataque de pánico. De repente, le vibró el móvil, le había entrado un WhatsApp.

—Creía que esto iba a dar más miedo, esto es de pringados.

Sebas se tuvo que secar las manos, el identificador de la huella no le funcionaba y la pantalla no le cogía el pin por el sudor, tampoco  podía hacer identificación por voz porque lo podían escuchar. Se secó las manos en los pantalones y desbloqueó el móvil.

—Sí, es un poco absurdo. ¿Ves a alguien?

— Aquí no hay ni un Alma —rio irónicamente Carlos

Antes de que pudiera recibir ese mensaje Sebas, le llegó un audio. Lo abrió pero se oía con muchas interferencias y con muy poca calidad. Decidió escribir a Carlos.

—No me ha llegado bien el audio —exclamó Sebas.

— ¿¿Qué audio?? —preguntó Carlos.

Sebas leía el WhatsApp y pensaba que le estaba vacilando —El que me acabas de mandar— respondió.

Carlos pensaba a su vez lo mismo de Sebas, que estaba gastándole una broma.

—Je, je, muy gracioso Sebas.

Sebas reenvió el audio.

Carlos reía mientras que pulsaba el audio para escucharlo. Había algo de Almas y catedral pero no lo escuchaba bien. —¿Cómo lo has hecho, lo traías ya preparado?

Sebas le respondió con nerviosismo. —Carlos me lo has mandado tú, yo te lo he reenviado. Está dejando de tener gracia tu broma.

Carlos no entendía nada —Tienes toda la razón, vayámonos con el grupo y averigüemos qué es lo que ha pasado. Avisa por el chat que vamos a unirnos nuevamente.

Carlos intentó contactar el primero con el grupo y se le apagó el móvil. Sebas intentó escribir y el móvil se le bloqueó, no le permitía hacer nada. Ambos comenzaron a darse cuenta que algo fuera de lo normal estaba pasando allí.

Clara, Raquel y Tomás atendían a la explicación, y a su vez miraban a los alrededores intentando saber cuándo se volverían a unir el grupo, la visita estaba terminando ya. Cuando de repente, Clara vislumbró una silueta al fondo, pero no se movía, únicamente observaba. Rápidamente Raquel se dio cuenta y le dio un tirón a la manga de Tomás. 

Tomás se inclinó —¿Qué sucede Raquel?

—He visto una silueta muy quieta mirándonos.

Clara habló susurrando —yo también la he visto.

Tomás no veía nada, excepto nichos y estatuas que por la noche pueden llegar a asustarte.

—Yo no veo nada. Habrá sido la luz incidiendo en alguna estatua.

Clara oteó todos los alrededores, buscando puntos de luz que pudieran incidir y sombras que pudieran crear una pareidolia, calculó todos los ángulos posibles pero no había nada que pudiera crear dicha figura.

—Imposible Tomás —su voz sonó segura y con confianza.

—Lo que tenemos que hacer es mandar mensajes a Carlos y a Sebas que estamos a punto de irnos y no han vuelto.

Raquel sacó el móvil, escribió en el grupo y no salía cómo leído. Decidió mandar otro a cada uno de ellos de manera individual. 

—No les entra. O bien lo tienen apagado, o fuera de cobertura —comentó preocupada.

La guía seguía hablando indicando que la visita estaba llegando a su fin, el reloj seguía marcando los minutos y ellos no llegaban.

De pronto, Tomás vio como llegaba Carlos por un lado y Sebas por otro, ambos con muy mala cara, pálidos y con el rostro desencajado.

Clara vigilaba a la guía y al vigilante que parecía haberse percatado de algo. Tenía que hacer algo pero no sabía qué hacer. Raquel se acercó al vigilante para hacerle una pregunta mientras le enseñaba el móvil, así tendría la mirada centrada en la pantalla y no podría vigilar nada más. Mientras tanto, Clara y Tomás se cerraron en banda y se tocaron las manos, Clara sintió cómo si una corriente le recorriera el brazo y eso le gustó, Tomás había decidido por primera vez tocar la mano de ella pero lo tenía que hacer de un modo muy disimulado para no asustarla.  Carlos y Sebas corrían agachados para que se les viera menos, escudriñándose entre las lápidas llegaron hasta detrás de Clara y Tomas, se reincorporaron y se recompusieron las vestimentas. 

Carlos se fijó en que Raquel hablaba con el Guarda de Seguridad y no le gustó lo más mínimo pero él no era nadie para decirle lo que tenía que hacer fuera o no su novia. Al mismo tiempo Sebas observaba a Carlos y veía cómo le volvía el color al rostro.

—Raquel deja en paz a este hombre, que estará ocupado —dijo Carlos.

El Guarda de Seguridad lo miró sonriendo, —aquí no hay mucho que hacer.

Sebas se acercó y pasó el brazo por encima del hombro de Carlos —En eso tiene razón.

El Guarda respondió con voz risueña, —además me recuerda a mi hija.

Carlos se sintió más tranquilo, cómo podía haber pensado algo raro acerca de aquel tipo, es cierto podría ser el padre de ellos perfectamente. A veces pensaba que eso  le ocurría por no tener una referencia paterna.

            Siguieron al grupo hasta que salieron de allí, la guía dio las gracias a los asistentes después de dar las explicaciones concernientes a los diferentes mausoleos, tumbas y lápidas visitadas. Todos los asistentes devolvieron las velas y dieron las gracias recíprocamente. 

— Tenemos que contaros algo que nos ha pasado a Carlos y a mí estando entre las lápidas —comentó Sebas muy nervioso.

Todos se miraron mutuamente.

—¿Has visto a alguien? —pregunto Clara misteriosamente.

— No —respondió Carlos— ¿Por qué lo preguntas?

—Me ha parecido ver a alguien entre los cipreses y las lápidas.

—Nos ha llegado un audio que nosotros no hemos enviado y después se nos ha apagado el móvil y no nos permitía encenderlo, estaba totalmente bloqueado.

Tomás pregunto incrédulo —¿Sigue bloqueado?

Carlos y Sebas miraron sus móviles y los encendieron sin el más mínimo problema. Ambos se quedaron sorprendidos y se miraron.

—¡Busca el audio Sebas!

—Voy.

Sebas comenzó a buscar pero no le aparecía por ningún sitio.

—No está.

—No puede ser —sentenció Carlos.

Mientras seguían en su empeño, de repente sonó el móvil a cada uno de los del grupo, miraron el móvil y había un Audio en el chat del grupo. Se quedaron desconcertados y sin saber muy bien qué hacer ya que ninguno de ellos lo había mandado.

Raquel se armó de valor y abrió el audio, se oía muy mal, una voz muy tenebrosa y oscura parecía darles  una indicación. 

—Vayamos a un sitio un poco más apartado, con menos ruido, para escucharlo mejor —dijo Tomas.

—Os espero esta noche, en la hora bruja —la voz era gutural, fría, escalofriante.

A Raquel se le cayó el móvil al suelo del pánico, tenía todo el bello erizado y la piel de gallina.

—No pienso ir, no sé qué clase de broma es ésta pero desde luego no me hace ninguna gracia.

—Todos estamos aquí contigo y con los móviles guardados. Lo que significa que no hemos sido ninguno de nosotros —comentó Clara.

—Puede ser que a alguno nos hayan hackeado el móvil, precisó Raquel.

Tomás la miraba mientras que Raquel temblaba e intentaba disimularlo.

—¿Con qué finalidad?, es demasiado trabajo para gastar una simple broma —dijo Tomás.

—Pues si es una broma, no sabe con quién está jugando —respondió Carlos desafiante.

Sebas apoyó a su amigo.

—Totalmente, quiere guerra pues la va a tener —rio Sebas.

—En realidad no es difícil hackear un móvil, hay programas muy fáciles de usar —dijo Clara con tranquilidad.

Tomás observó a Clara, verdaderamente no dejaba de sorprenderlo.

Raquel parecía estar menos nerviosa, por fin su rostro recobraba el color. —Puede ser, pero que no cuenten conmigo sea quien sea.

El móvil volvió a sonar, esta vez fue Tomas quien le dio al audio recibido.

—Deberéis venir todos, sin excepción. En caso de no hacerlo, habrá consecuencias.

Raquel dijo muy asustada —no quiero ir.

Sebas intentó calmarla, —seguro que es algún imbécil y si vamos juntos hay más posibilidades de pillarlo.

Clara jamás había desvelado su secreto, pero era una persona sensitiva, notaba cosas que las demás personas no apreciaban. Sabía perfectamente que no era un tercero, gastando una broma, pero también sabía que tenían que ir.

—No te preocupes, tengo un acceso directo a la policía por si vemos que se complican las cosas —respondió Clara para convencerla.

—Más directo que yo Clara, lo dudo —ironizó Carlos.

Clara sonrió —también es verdad.

—¿Cómo hacemos para entrar? —Tomás estaba muy serio pensando que eso sería un inconveniente.

—Saltaremos la tapia —comentó Sebas.

Carlos no quería decir nada pero miró tímidamente a Raquel y a Clara. Por supuesto ellas se indignaron, siempre dudando de las capacidades físicas de las mujeres.

—Por nosotras no te preocupes, más bien por ti. Yo he llegado hasta arriba de la cuerda y tocado la campana y en salto con obstáculos y velocidad tengo la mejor nota del Instituto. ¿Crees que tú eres mejor por el mero hecho de ser hombre?

Verdaderamente la preocupación de Carlos estaba fundamentada, porque  lo que sentía por ella era mucho más que un sentimiento de amistad, estaba totalmente enamorado. Sin embargo, aún no se lo había dicho.

—Bueno, yo no tengo la mejor nota sin duda, pero creo que seré capaz al igual que vosotros de saltar la tapia —aclaró Clara para restar importancia al malentendido.

Tomás sí que no sabía si él podría conseguirlo, pero desde luego no pensaba achicarse ante su amada Clara. —Bueno, tranquilicémonos todos, no es una situación fácil, ni normal.

—Tienes razón Tomás, son las nueve y en el mensaje pone a la hora bruja, a las doce de la noche. ¿Qué hacemos mientras tanto? —Sebas miró a Carlos esperando una respuesta.

—¡Qué tal si comemos algo!

Juntaron todo el dinero que tenían y les salió para comprar una pizza y refrescos. Por supuesto Sebas disponía de mucho más pero jamás alardeaba, él esperaba a qué los demás sacaran su paga y después aportaba la misma cantidad. 

Aquella pizza no les estaba sabiendo bien, todos tenían los nervios en el estómago, unos porque creían que era algo sobrenatural, otros porque sabían que era sobrenatural, y otros por si era un indeseable gastando alguna broma.

Carlos volvió a mirar el móvil por si acaso, no había nada nuevo, excepto un audio de su madre con el sonido del pirulo de fondo.

—Cariño ten cuidado, siento el cambio de turno. Ponte algo de cenar o compra algo con tus amigos. No te acuestes sin cenar. Mañana cuando llegue desayunamos juntos. —A Carlos se le iluminó la cara, Sebas y Raquel se percataron.

Tomás no hacía nada más que pensar en cómo decirle a Clara lo que sentía hacia ella, con lo fácil que le resultaba escribir y hablar con todas las demás personas, sin embargo con ella era diferente. Se planteaba qué una de las respuestas podía ser el tan temido —No—, debido a la timidez de ella dejaría de hablarle y eso provocaría que se alejase del grupo. Verdaderamente era muy buena amiga y una mejor persona, no quería que se quedase sola aunque fuera por decisión de ella; por otro lado sí le decía que —Si— le haría el hombre más feliz sobre la faz de la Tierra.

Sebas miraba a Carlos con cierto aire de melancolía,

—¿Era tu madre?

—Sí, respondió Carlos. Él sabía que Sebas echaba de menos tener una relación cómo la que tenía él con su madre.

Sebas continuó comiendo y desviando la mirada hacia la calle

—Tu madre ha salido muy bien en la revista. ¿Sigue en Roma? —preguntó Raquel.

Sebas  la miró, sabía que estaba intentando ser amable con él. —Si, ha ido a ver a mi Tía  “La Condesa de Gattilusi”. Volverá en breve.

La única concesión que sus padres le habían ofrecido, era seguir con sus amigos, pero a cambio tenía que dar clases de protocolo, cuatro idiomas, y un largo etc. 

Terminaron de comer y empezaron a idear por qué lado de la tapia iban a saltar y además tenían que pensar en alguna maniobra de distracción para que el Guarda no los viera.

Clara sugirió que quizás unos petardos o algo que hiciera mucho ruido en el lado contrario de donde iban a estar sería una buena solución. Raquel se ofreció voluntaria para encenderlos y correr todo lo rápido que pudiera para que le diera tiempo a llegar al otro lado y saltar la tapia. Tendrían que poner varios porque eran unos cuantos metros los que tenía que correr, pero no sabía cómo encender todos y correr, a Clara se le ocurrió la idea de unir todos en una hilera, así solo tendría que encender un único petardo. Tendrían que ir a una tienda de 24 horas y que además tuvieran petardos, la suerte es que había sido hace poco las Fiestas de San Froilán, igual en determinadas tiendas había algo de pirotecnia. Marcharon y efectivamente en una de ellas encontraron pirotecnia, la colocaron en un lado de la tapia y calcularon que lado era el menos visible y el más bajo para poder entrar, marcaron el suelo con una X grande para que cuando fuera Raquel supiese exactamente, cuál era el lado  por el que tenía que saltar.

Marcharon hacia donde tenían que saltar, y fueron a uno a uno entrando, por supuesto Carlos y Sebas saltaron fácilmente, Clara no era muy buena en las actividades físicas y su visión no era igual de buena por la noche que durante el día, Tomás juntó ambas manos para hacerle de estribo a su amada y que tuviera un punto de apoyo para  saltar el muro, Carlos la esperaba a horcajadas en el muro para ayudarla a subir. Ahora le tocaba a Tomás que no lo tenía muy fácil pese a su altura, no estaba acostumbrado a esos quehaceres. Raquel encendió la pirotecnia y corrió todo lo rápido que le daban sus piernas, no sabía si era por la adrenalina pero lo que sí sabía es que estaba batiendo su propio récord; saltó la tapia sin dificultad, dando un salto se agarró al filo superior con ambas manos y ayudada por el punto de apoyo de los pies llegó al otro lado con total facilidad.

El Guarda se encontraba al otro lado del cementerio, ante tanto ruido, dio un respingo y fue a mirar de donde procedía.

—Bien, ya estamos todos. En el audio ponía hora pero no la situación exacta. ¿Qué hacemos?

Tomás pensó que quizás  cuando comenzasen a andar, intentarían volver a contactar.

—¡Qué os parece… si andamos!

Todos se miraron y acordaron andar, eso sí con cuidado para no caerse. Verdaderamente, ahora sí que daba miedo o al menos reparo estar allí. Clara instintivamente se agarró al brazo de Tomás pero con mucho cuidado, Tomás le acercó la mano y se la tomó, así si te caes podré sujetarte mejor. Raquel, sin embargo se agarró a Sebas para disgusto de Carlos, por temor que no por necesidad. Sebas sabía los sentimientos de Carlos hacia ella.

—Tengo que ir un momento aparte —dijo Sebas.

—¿Para qué? —comentó Raquel.

—Pues para…

Raquel se molestó — ¡No podías haber entrado al baño en la pizzería! 

Sebas se alejó un poco para calmar su ánimo, por supuesto no tenía necesidad alguna, se quedaron esperando cuando de repente se oyó un ruido. Raquel dio un respingo aferrándose a Carlos, pegó su pecho contra el brazo de él. A Carlos se le aceleró el corazón y no sabía muy bien si era por el susto o por sentirla tan cerca. Miraron muy atentamente, había sido un gato negro pisando la hojarasca.

Sebas se reincorporó nuevamente y guiñó el ojo a Carlos sonriendo. De repente aparecieron varias luciérnagas siguiendo un patrón, parecía que querían que las siguieran. 

— Sigámoslas, para saber dónde nos llevan —dijo Clara— están formando un patrón de movimiento.

Se pusieron a andar, siguiendo el haz de luz que proyectaban. Les llevó hasta la puerta de un mausoleo, a la vez que miraban hacia dentro del mausoleo oyeron una voz que provenía de sus espaldas. Se giraron todos con pánico en el cuerpo y temblorosos. 

Un hombre con un aspecto de caballero, llevaba una levita negra y un pañuelo granate de terciopelo al cuello haciendo la función de una corbata ancha, sujeto por un broche con una piedra tallada negra grande; portaba un bastón muy fino negro y el puño del mismo estaba formado por la cabeza de una gárgola fabricada en plata.

—Buenas Noches Damas y Caballeros, me alegro que hayáis aceptado mi invitación.

Se quedaron perplejos sin saber muy bien cómo actuar.

—¿Esto es una broma, quién eres?

Levitando llegó a la altura de Carlos y puso su rostro muy cerca suyo.

—¿Estás seguro qué quieres saberlo Carlos? —preguntó con tono siniestro.

Carlos se quedó tan blanco como la tapia.

—No creo que quieras saberlo aún. Bien, tengo un juego preparado para vosotros. Si jugáis será perfecto, todos nos divertiremos y podréis marcharos en paz; si no jugáis habrá consecuencias —Miró a cada uno de los del grupo, se sentó en una lápida que había elevada, colocó bien la levita, cruzó sus largas piernas y apoyó ambas manos en la Gárgola del bastón.

Tomas se atrevió a mascullar algo. —¿Nos pondrá en peligro el juego?

Aquel extraño caballero sonrió de una manera encantadora pero oscura.

—Ya lo estáis. Comencemos por ti Sebas. Dime tu mayor secreto.

Sebas se descompuso de pensar que tenía que confesarse en ese momento que estaba tan asustado como sus amigos y un mar de dudas se adueñó de la psique.

—Tengo miedo a la Soledad —respondió Sebas.

Aquel tipo le señaló con el bastón y salió volando contra la puerta del Panteón.

— No, no. Creo que no has entendido bien el juego. Te he pedido tu mayor secreto, no las consecuencias de ese secreto. Te lo repetiré otra vez.

Todos se quedaron aterrados, aquel tipo había estrellado contra la pared del panteón a Sebas, lo había señalado y con una fuerza mágica había salido despedido por los aires, fueron rápidamente para ver cómo se encontraba. Le dolía toda la espalda, estaba sentado en el suelo cual objeto dejado caer desde muchos metros.

—No lo ayudéis —gritó, ordenando aquel tipo.

Era tarde Carlos estaba dándole la mano para incorporarlo. Aquel caballero, tenía las pupilas rojas. Señaló al pecho de Carlos y sintió una gran punzada, que hizo que se cayera al instante.

—Repito tu mayor secreto Sebastián, tic-tac se pasa el tiempo.

Sebastián apretó los puños y se puso en pie.

—Soy Gay, me gustan los hombres.

—Oh…vamos ¿y qué más?  Eso es sólo el ápice de tu secreto —dictaminó mientras lo miraba de muy cerca.

—Tengo miedo a que no me aceptéis vosotros, ni mi familia, tengo miedo a ser repudiado y a estar solo, a quedarme completamente solo —Sebas cayó de rodillas nuevamente y comenzó a llorar como un niño.

Carlos lo cogió de la mano para continuar abrazándolo, ninguno de ellos veían nada malo en el secreto que con tanto cuidado había guardado en el cofre de su corazón.

Otra vez alzó su bastón y lo dirigió a Raquel.

—Ahora tú, qué secreto guardas y temes —preguntó a Raquel.

Raquel se descompuso.

—Lo mismo, la soledad.

Señaló con el bastón hacia las rodillas y ella cayó de golpe.

—No querida, ese es el resultado, no tu secreto. Y ahora ¿Cuál es tu secreto?

Raquel lloraba desconsoladamente, no sabía si por el dolor o por la respuesta que le era tan difícil decir en voz alta pero que su ego se lo repetía constantemente.

—Me da miedo que piensen que no soy inteligente, qué tan solo vean mi físico y se aprovechen de mí. Por eso, siempre intento ir un paso por delante de los sentimientos de los demás. Tengo muchos amigos virtuales pero necesitaba una amistad verdadera, sentirme arropada y sin complejos.

Se tapaba el rostro con ambas manos, mientras las lágrimas rodaban por su hermosa cara. Carlos no sabía a quién consolar, aquello estaba siendo demasiado duro; aunque en realidad no veía los secretos de los demás con tanta importancia pero suponía que cuando te afecta a ti de una manera personal, la cosa varía muchísimo. Se acercó a Raquel y la abrazó todo lo suavemente que pudo, aunque en realidad lo que él quería, era besarla hasta hacer que su llanto se agotara; de repente, le vino un recuerdo de ella de pequeña con  dos coletas muy rubias, era igual de tierna que ahora aunque no lo quisiera mostrar.  

— Bien, veamos —aquel tipo extraño se inclinó hacia delante y fijó la mirada en Clara.

Clara no se percató de la mirada acechante y amenazadora. Tomás dio un paso hacia delante y se colocó delante de Clara, aquel tipo sonrió maliciosamente.

—Todo a su debido tiempo Tomás, ahora le toca a Clara. Tranquilo tú también expondrás tus secretos.

Clara dio un paso hacia delante apartando cariñosamente a Tomás.

—Dime,  ¿qué escondes en tu Alma?

—Verdaderamente no escondo nada —afirmó clara.

—Vamos Querida, todos ocultamos algo, —se puso de pie, abrió sus brazos señalando a todos los que estaban allí— Desvélanos el tuyo.

—Pues no veo bien y eso me acompleja muchísimo.

—Mientes cual bellaca —le volvió a cambiar la voz e hizo un surco  de fuego a los pies de ella, el más mínimo movimiento y se caería de inmediato.

— No sé cuál es mi secreto, en serio no lo sé — Clara comenzaba a sentir miedo.

Carlos alzó la voz. —Basta ya, ¿Por qué nos haces sufrir, qué te hemos hecho?

—Aquí las preguntas las hago yo. No me hagas enfadar más. ¡Habla Clara! —espetó aquel caballero.

— Supongo que me siento acomplejada y fuera de lugar por ser albina, me da miedo que se burlen de mí cómo han estado haciendo hasta ahora. Nunca pude jugar al sol por las quemaduras, me duele la cabeza cuando leo o escribo durante mucho tiempo, me observan por la calle cómo si fuera un bicho raro y de pequeña se reían de mi cuando alguna vez me caía. Por eso, decidí aislarme de todos, hasta que Tomás se acercó a mí. Y ahora que tengo un grupo de amigos no quiero volver a estar sola, no quiero, no quiero… —Clara no cesaba de repetir lo mismo una y otra vez.

Aquel tipo, apagó el surco de fuego y Tomás se acercó a abrazarla, con sumo cariño y delicadeza.

—Te toca a ti Carlos, revélanos tu secreto.

—No tengo secreto alguno —dijo con total solemnidad.

—Oh amigo mío, tienes uno que te acecha desde hace mucho tiempo.

— No soy tu amigo y  te repito que no tengo secreto alguno. Sólo uno, estoy enamorado de Raquel.

—Ese ya lo sabíamos. Quiero tu temor oculto. ¡Habla!.

—No lo sé.

—Apareció a sus pies una placa de policía muy brillante pero ensangrentada.

Carlos gritó y fue corriendo hacia él, pero una fuerza invisible hizo que cayera de rodillas al suelo y no lo dejaba levantarse.

—Quizás una ayuda no te venga mal, verdad amigo —aclaró el caballero.

—No te atrevas a tocar a mi madre.

—¿Quién me lo impediría?

—Además de ella, yo mismo. No necesito a nadie más.

—Sí que lo necesitas. ¿Te entristece la muerte de tu padre o te ofusca?, ¿Cuáles son tus sentimientos? Dime.

Carlos agarró tierra del suelo y apretó fuertemente los puños, gritó todo lo alto que pudo hasta desgañitarse. Todos los sentimientos que llevaba dentro, todo el dolor retenido, comenzó a brotar, hasta quedarse sin llanto.

—Te ayudare un poco —dijo aquella voz tosca— te sientes solo porque tu padre falleció con una agonía no merecida, en ese momento te diste cuenta que tú eras el hombre de la casa y no querías serlo, sólo querías reír, jugar, salir con tus amigos, que tu padre te enseñara a afeitarte, que se sintiera orgulloso de ti en cada logro de tu vida, que os dierais un abrazo entre padre e hijo, que te regañara si llegabas tarde a casa. Sin embargo, te tocó madurar demasiado pronto. Entonces pensaste que cuidarías de tu madre, que serías un hijo ejemplar dentro de tus posibilidades, aunque a veces necesitas comportarte de otro modo, conforme a tu edad física. No querías enamorarte por sí no salía bien, no querías tener que volver a sentir un sentimiento de pérdida tan grande. Pero el tiempo pasa, y de la ofuscación pasaste a la tristeza, ese temor a enamorarse se le añade otro más, y es el de la culpabilidad por poder ser feliz, porque tu padre ya no puede serlo; puesto que él no está, tu padre no está.

Aquel tipo hizo un extraño gesto de ir a abrazarlo pero se contuvo.

—Quedas tú Tomas. Cuéntanos.

— No tengo secretos.

—Tienes temores, dinos.

Tomás viendo todo lo que estaba aconteciendo, pensó que lo suyo era un poco absurdo al lado de lo de los demás.

—Me siento de otra época y lugar, no me siento muy comprendido. No tengo un cuerpo musculado y debido a mi carácter se han burlado de mí, hasta que he aprendido a leer las mentes de las demás personas.

—Pero explícate mejor, ¿De qué modo lees las mentes de las personas?

Tomás se sintió avergonzado. —Si me concentro, puedo saber lo que sienten.

—Eso no es leer las mentes, es leer el Alma —le dijo aquel extraño. 

Clara se sintió avergonzada, ¿sabría él lo que ella sentía?

Aquel desconocido se puso en pie.

—Clara, Clara —dijo aquel tipo— piensa desde cuándo estás enamorada, él no te ha engañado en ningún momento y cuando hay sentimientos de por medio le cuesta más leer la mente. ¿Me equivoco Tomás?

Tomás asintió con un gesto de cabeza.

Ahora sí podréis seguir juntos toda la vida este grupo como amigos, parejas o lo que queráis, ahora sabéis todos vuestros secretos, cuitas y demás.

Clara miró muy fijamente a los ojos de aquel tipo  —Has venido a ayudarnos entonces, no a machacarnos. ¿Quién eres?

—Alguien que os viene a vigilar y a cuidar.

En aquel momento salieron dos enormes alas blancas de la espalda, y todo lo tenebroso que había en él se transformó en luz. 

—Éste ha sido vuestro segundo despertar a la vida, tenéis que aprovecharlo. Aún os queda por vivir  —aquel ángel les dedicó unas palabras a cada uno de ellos—  

Clara aprovecha que eres sensitiva para ayudar a las personas que te lo requieran aunque sé que tu futuro será el de una gran científica.

Carlos disfruta, vive, siempre has tenido una figura masculina a tu lado de ha velado por ti igual que tu madre. Aquel que llamas Tío Luis, y que si se lo permites, será feliz junto a tu madre. Curioso que vayas a defender a la ciudadanía con tu profesión de comisario.

Tomás tienes que vivir y confiar más en los demás. Algún día puede que lo sucedido aquí te inspire para crear un bestseller.

Sebas serás un gran abogado, y un gran Ministro.

Raquel conseguirás ser una Gran Community Manager y crearás una gran empresa virtual.

Esto se cumplirá siempre que seáis felices, sin dañar a nadie. Ahora me despido ya de vosotros, buen viaje en lo que os queda de vida terrenal.

Se desvaneció en el aire, todos se quedaron quietos, intentando reaccionar a lo sucedido. Y cómo si todo hubiera sido premeditado, se abrazaron al unísono fuertemente y salieron de allí, algunos como parejas pero todos como amigos.

Aquel ángel vio cómo se marchaban, mientras que otro con alas tan negras como el azabache permanecía a su lado.

—Reconozco que a veces tu actuación me gusta.

—No seas así, tenía que hacerles reaccionar a tiempo. Dime hermano de la muerte ¿lo he conseguido, he conseguido evitar que te los llevaras?

—Si lo has conseguido, todos encauzarán sus vidas y lo más importante Clara y Tomás aprovecharán su don.

—Cada uno de ellos, tiene un don especial —aclaró el ángel de alas blancas.

—Siempre te gustaron demasiado esas personas, ¡estoy seguro que por eso los uniste! —dijo el ángel de la muerte.

—Quien sabe hermano mío —respondió riendo mientras veía como todos los amigos se abrazaban.

Ambos se marcharon al unísono levitando al más allá.

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