Allí me encontraba, estaba deseando ir al Norte para poder respirar aire fresco y limpio, retirándome un poco del asfixiante calor del Sur y del sol.
Necesitaba descansar, alejarme de la rutina del trabajo, que no era otra que la de los homicidios. Había sido invitado por una amiga de la familia, también es cierto que había tenido mucha repercusión mediática al resolver el homicidio que había acontecido en Córdoba, un cadáver flotando en el agua de la fuente del patio de los Naranjos. Aquel caso, había sido muy complicado, complicado jerárquicamente puesto que tenía que prestar atención al Cabildo de Córdoba, al ayuntamiento, a los posibles yi-hadistas y como no… a la prensa formal y no formal donde daban noticias de todo tipo, incluidas las “Fake news”.
Al principio me pareció tremendamente tedioso tener que trasladarme hasta allí, sin embargo mi madre insistió que era la tierra de mi Abuelo, que debía de ir a verla aunque fuera una vez. Me encantaba la montaña, siempre me había gustado desde que era un niño andorreaba por los Villares, las ermitas, para después cuando fui adulto comenzar a correr por la montaña. Intentaba ir acompañado, aunque a veces mis turnos tan extraños y otras obligaciones no me permitían coincidir con mis colegas de entrenamiento. Estaba inscrito en varios grupos de aficionados a este deporte, así me acoplaba al que me viniera mejor. —Nunca vayas solo a la montaña, decía mi padre— y así intentaba hacerlo, en más de una ocasión los compañeros de la Guardia Civil habían tirado de mí sabiendo que estaba en estos grupos porque algún senderista despistado se había perdido o tenido alguna lesión.
Ya había llegado, aquel era un lujoso balneario rodeado de una arboleda espectacular, frondosa, verde intensa, donde los árboles se movían mecidos al unísono, como si siguieran en su conjunto una música orquestada por el soplar del viento, mientras éste ululaba entre sus ramas, la hierba blandía una lucha continua por permanecer erguida o tumbada. Las nubes habían cubierto las copas de los árboles mostrando un paisaje misterioso, en lo que todo podía suceder, siendo la espesa niebla su aliada. Tantos años trabajando en homicidios, me hacían pensar en posibles escenarios de asesinatos, en peligros constantes, en amenazas inadvertidas al ojo inexperto en tales ardides. Sí ellos supieran todo lo que les rodea… no tendrían una vida tan desahogada y tranquila, a veces envidiaba al que no tenía mi profesión, que era capaz de cerrar los ojos y no ver escenas morbosas, imágenes grabadas en los recuerdos, olores de cuerpos descomponiéndose y un largo etcétera más. Sin duda alguna me gustaba saber que podía ayudar de alguna manera a que parte de la Sociedad estuviera más segura.
Normalmente no portaba el arma reglamentaria conmigo en los viajes, sin embargo era como sí una premonición me estuviera alertando del calibre que iban a tomas mis mini vacaciones en el Balneario. Comprobé que tuviera el seguro puesto, la metí en la funda correspondiente y por supuesto descargada pero con la munición a buen recaudo.
La amiga de mis padres, tenía la misma edad que ellos, digamos que se encontraba en la etapa de oro de su vida. Era muy elegante, no vestía para nada como en Andalucía, cambiaba muchísimo el estilo, no digo que fuera mejor… ni tampoco peor, simplemente era diferente. En Córdoba las mujeres de cierta clase social media alta, les encantaba llevar oro, muy bien peinadas y arregladas aunque únicamente fueran a merendar, por supuesto devotísimas, de las que van a la iglesia cómo sí con eso justificasen sus pecados pueriles o de otra índole. Llevaba un abrigo clásico y una estola al cuello, de lo que parecía ser visón, pero que con mis escasos conocimientos en moda no podría asegurar. Me dio dos besos muy afectuosos y diplomáticos, acompañándome hasta el Balneario en su coche, con un chofer que trabajaba para su familia y que debía contar con una edad parecida a la de ella pero un poco más joven. Nos encaminamos a la recepción de aquel lujoso balneario, que debía haber sufrido modificaciones para encontrarse en tan buen estado puesto que tenía más de 200 años en su haber. La Señora Fruela González Abad preguntó por el Director del mismo.
—En este momento está ocupado. ¿Sí la puedo ayudar yo en algo?
—Es que hable con el Señor Alonso Lievana esta mañana para presentarle a mi sobrino, me indicó que no se encontraba ahora mismo aquí tampoco puesto que está fuera con su familia, pero que sin duda alguna el Director nos recibiría con sumo agrado.
La expresión del rostro de aquella persona había cambiado por completo, era todo un poema.
Por lo que me pude enterar después, el Señor Alonso Lievana era el propietario del Balneario y de muchos más terrenos de allí, además de tener una gran capacidad económica, tenía aún más sí podía ser digamos… prestigio social.
Se disculpó, rápidamente nos atendió el Director y fueron hechas las presentaciones oportunas, aunque no eran muy certeras puesto que ella no era mi Tía, sin embargo me dejé presentar como si fuera su sobrino. Por una vez necesitaba que me lisonjearan para variar.
Estaba en la cafetería del balneario tomando un buen vaso de Whiskey, tenía grandes ventanales, que dejaban ver el horizonte del paisaje, al fondo montañas con cumbres bastante buenas y con mucho desnivel. Quería acercarme a ver el nacimiento del rio Ebro pero dudo que pudiera hacerlo. Mi supuesta Tía me había organizado la agenda, intentaría cumplirla, pero mi prioridad era la de descansar. Lo malo es que también me había organizado comidas, cenas donde tenía que hacer relaciones sociales que no me apetecían en absoluto. Mi madre siempre decía que podía aspirar a ser mucho más que a un simple Inspector, sin embargo yo no quería más, me encontraba a gusto en la posición que jugaba. Aunque cierto es que la posición de mis padres, me habían abierto muchas puertas en la investigación del Homicidio ocurrido en la Mezquita Catedral de Córdoba. La Señora Fruela entró en la cafetería e hizo las presentaciones oportunas a las personas que ella y mis padres consideraban más adecuadas para mí, para mi gusto eran demasiado estirados y presumían de algo que a la mayoría les había venido ya dado junto con el apellido, sin embargo una persona me llamó la atención se llamaba Ángela, bendito nombre y bendito su hermoso cuerpo delgado pero con curvas que infartan al más sano, con largas piernas, finas manos y ojos verdes esmeralda. En ella sí que me perdía yo sin armas, ni nada.
La velada transcurrió con normalidad, tras cenar cada uno de nosotros nos dirigimos a nuestras habitaciones, las cuales parecían no tener nada de lujo, pero al contrario sí observabas un poco podías apreciar la elegancia de manera sutil en cada detalle. Verdaderamente me daba igual, yo solo quería descansar y vaya sí descansé como un bendito toda la noche, quizás debido al whiskey, al vino tinto o a la mezcla de ambos. Y Soñé con ella, en mis sueños se la veía entre bruma, ocultándose de alguien o de algo, su cuerpo entraba en el agua desnuda cómo llegó al mundo, mientras que con su mano me indicaba que la acompañara. Lo demás se queda para mí que soy un caballero.
Tras el desayuno, bajé a la zona de las piscinas, cama de agua, chorros, sauna, baño turco y un largo etcétera. Debido al deporte que practicaba me encontraba en plena forma aunque no fuera ni culturista, ni nada por el estilo, al fin y al cabo corría porque me hacía sentir libre y en paz con la naturaleza y conmigo mismo. Busqué disimuladamente, allí la encontré, con su gorro de piscina, y bañador. ¡Qué lástima tapar tan hermoso cuerpo!, había un hueco en la cama de baño pero no quise abusar tampoco, me iría a la catarata que había cerca de ella. Justo me estaba dirigiendo hacia allí cuando me percaté que ella se ponía tensa y nerviosa ante un tipo delgado, enclenque pero con una mirada de muy pocos amigos, con ademanes toscos y violentos.
—Aquí no—, fue lo único que conseguí escuchar. No sabía si intervenir o no, al fin y al cabo ya somos mayorcitos, pero…la costumbre me hizo actuar, me acerqué a ellos y me tumbé a su lado.
—¿Todo bien? Supongo que sí, el día no acompaña para el plan de bañarse en el exterior verdad, mejor aquí dentro.
Ambos me miraron y él se marchó despidiéndose de ella únicamente hasta la hora de comer, agradecida me dio las gracias con una sensual sonrisa. Estuvimos conversando durante todo el baño, yo estaba deseando salirme del agua parecía ya una pasa, todo hombre tiene su límite de estar dentro del agua, por otro lado pensé que mejor era eso que estar embarrado. La conversación fue amena, cercana, yo diría que hasta algo cariñosa. No era una chica corriente de la Alta Sociedad, era inteligente y astuta, ese tipo de inteligencia que se posee y no se hereda, audacia se podría decir también.
Subí a mi habitación, dejé transcurrir el día tras poner una excusa a mi supuesta Tía. Decidí picotear aperitivos del mueble bar, jamón, queso y una buena cerveza fresquita, observaba a través de la ventana cómo caía la nieve sin cesar ¡me fascinaba, era hipnotizador!, lo cierto es que… al vivir en Córdoba no estaba acostumbrado a ver tanta nieve, aquel paisaje vibrante y colorido de un verde intenso se iba transformando en blanco, donde la más mínima gota de sangre destacaría sobremanera, ¡gajes del oficio, hacían que tuviese ese tipo de pensamientos!
Llegó la hora de cambiarme para ir a cenar al restaurante, donde había quedado allí con ella. Había un gran revuelo en los pasillos, el móvil no dejaba de sonar, miré la pantalla y era mi Tía para informarme que —acababan de encontrar un cuerpo flotando en la piscina de agua caliente del balneario—, reclamaban mi presencia, ¡se acabaron las vacaciones!, volví a la habitación, saqué el arma reglamentaria y la cargué, la placa siempre venía conmigo, era mi segunda piel… o la primera; la verdad es que no lo sabía muy bien.
Una vez que llegué allí, pedí que aislaran y acordonaran como fuese todo la enorme habitación donde se encontraban las piscinas, aunque fuera con cordones de albornoz, dispuse que sacaran el cadáver, era difícil saber la hora exacta de la muerte pero sí la aproximada, la rigidez cadavérica se manifiesta a partir de las siete horas pero aquel cadáver estaba en agua caliente, eso hacía mucho más difícil el cálculo de la muerte, además yo no soy forense. Estábamos aislados por la nieve y el agua, por lo que los compañeros no podían llegar hasta allí, el acceso estaba cortado. Por lo tanto todos dependían de mis órdenes, hablé con la brigada correspondiente para informales y delegaron en mí. Acto seguido ordené que llevasen el cadáver a una cámara frigorífica, aunque desde luego fuera se iba a conservar mejor, ¡maldito humor morboso! Me solía pasar cuando estaba muy estresado, observé el cadáver y solicité al servicio de fisioterapia, limpieza, socorristas y demás personal que lo identificaran. Por supuesto la mayoría lo hizo aun rechistando, pero no podían evitar vomitar. Resultó ser «El tipo» que tuvo aquel comportamiento con Ángela, me temía lo peor, ella iba a resultar ser un ángel del inframundo y no precisamente celestial. De ahí que me atrajera su inteligencia, su sagacidad, la mayoría de los crímenes eran morbosos, macabros, sangrientos pero cuando eran pertrechados por una mujer eran normalmente inteligentes, fríos y calculados al milímetro. Otro cadáver en agua.
La interrogué durante toda la noche, resultó que él la había engañado, estaba casado e intentando quedarse con su dinero a través del chantaje puesto que ella era de la Alta sociedad que sería juzgada y mal vista en todo su círculo social, Ángela había ido hasta allí para despistarlo e idear un plan para que el chantaje cesara. Al verlo allí, cambió de planes, se citó con él mientras que estaba cerrada la piscina, lo convenció y embaucó de que todo se iba a solucionar que le daría el dinero, pero antes debían despedirse adecuadamente, comenzó a besarlo convenciéndole de que fuera hasta el borde de la piscina para tener mayor facilidad a la hora de hacer el amor entre el vaivén del agua, pero en realidad su intención era la de finiquitarlo con un hilo de pescar alrededor del cuello, mientras que él se dirigía al borde de la piscina para poder hacer pie y pillarle desprevenido.
Sus ojos verdes me miraron sin remordimiento alguno, con una frialdad que pocas veces había visto. Cuando de pronto apoyó sus manos frías y largas sobre las mías y susurró;
—Y tú que venías a descansar, los problemas te buscan Querido. No hay descanso para ti—
—Puede ser Ángela Querida, pero tampoco lo habrá para ti en la prisión.
—Eso será… sí llegase a entrar —su sonrisa entre sensual y burlona—, aún me irritaba más. Parecía saber lo que le tenía el destino le deparaba, ella estaba tan segura como yo, de que; su posición social le sería de gran ayuda para no entrar tras los barrotes
Aun sabiendo que era culpable, seguía tentándome. Se había convertido en mi enemiga predilecta y acérrima., en mi pasión oculta. Lo que jamás pude imaginar, es que ella con el transcurrir del tiempo, me restaría tantas horas de sueño persiguiéndola por sus flagrantes delitos, cometidos siempre de una manera limpia, fría, calculadora casi perfecta para todos pero no para mí que sabía cómo actuaba.